jueves, 4 de junio de 2009

Padre, he sido designado Juez.



"No sé hijo mió, si celebré o lloré la noticia que me das de haberte nombrado Su Majestad con esa toga. Contémplate en una esclavitud honrosa; más al fin, esclavitud.

Ya no eres mío, ni tuyo, sino todo del público.

Las obligaciones del cargo de Juez no sólo te emancipan de tu padre, también debes desprenderte de ti mismo.

Se acabó el mirar por tu comodidad, por tu salud, por tu reposo, para mirar por tu conciencia. Tu bien propio lo has de considerar como ajeno y sólo el público como propio.

Ya no hay para ti paisanos, ni amigos, ni parientes…Vuelvo a decirte hijo mío, que no sé si lloré o celebré la noticia.

Veo puesta tu alma en un continuado riesgo de perderse. Estoy por arrojarme a decirte que el oficio de Juez es una ocasión próxima de pecar que dura de por vida…

El que duda si tiene la ciencia suficiente o la salud necesaria para cargar con tan grave peso; el que no siente en sí tu corazón robusto, invencible a las promesas o amenazas de los poderosos; el que se ve muy enamorado de la hermosura del oro; el que se conoce muy sensible a los ruegos domésticos, amigos o parientes, no puede mi sentir entrar con buena conciencia en la Magistratura…

Más si has decidido tu ingreso, una vez que la toga te sea impuesta sobre tus hombros, deberás ser como la encina, a cambio de ser derribado de cuajo y nunca inclinarte como la débil caña al soplo del viento.

Tus pasiones, que has de tenerlas como hombre que eres, deberás dejarlas en los estrados del Tribunal, pues has de juzgar sin afectos y sin odios.

Tampoco deberás considerarte, por grande que sea tu talento, genio inspirador, sino modesto servidor de la Justicia.

El aplauso y la gloria han de estar lejos y sólo la conciencia del deber cumplido constituirá tu más cara satisfacción.

Y al final de tus días, en la soledad de tu retiro, deberás no obstante prepararte para el más difícil de los juicios, porque ese día, sólo y despojado de todo poder sobre los hombres, deberás enfrentar al más implacable de los jueces…tu conciencia.

Ella pondrá a la hora de tu muerte, en tu boca, una sonrisa tenue y dulce o la mueca más amarga que la hiel.

Por todo esto hijo mío, no sé si congratularme o llorar por ti un Juez”.

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